Tras sus años como pensador y escritor decidió deshacerse de todas sus posesiones e intentar volver a la vida como predicador que tenía antes, un año antes de su muerte el papa Alejandro VI le absolvió de cualquier condena de herejía y lo volvió a consagrar como un predicador. Sin embargo, nunca negó lo que ya había realizado, todas sus obras aunque fueran en contra de lo que ahora predicaba.
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